EL PAIS, martes 21 de enero de 1986.
ENRIQUE TIERNO GALVÁN
En noviembre de 1985, Enrique Tierno Galván escribió este pequeño texto, que debía servir de prólogo al libro Durruti (1896-1936), de Rai Ferrer (Editorial Planeta). El texto llegó tarde al editor, quién sabe si por los problemas ocasionados por la enfermedad, y su autor no pudo incluirlo en la edición del libro. Es uno de los últimos escritos del viejo profesor, en el que combina la reflexión filosófica y política con un recuerdo de su juventud, el de su militancia anarquista durante la guerra civil.
El anarquismo ha sido uno de los ideales que en cierto modo anidó siempre en la conciencia de los hombres desde que la conciencia occidental fraguó como tal. En el fondo se trata de una vuelta a la inocencia, y esto siempre tiene una especial seducción.
Esta vuelta a la inocencia se ha llamado normalmente vuelta a la naturaleza, cuando aún se creía que el hombre nacía con caracteres indelebles de orden natural que preconfiguraban una conducta fraternal sin violencias y sin sometimiento a ningún poder.
Cuando el imperativo natural se desechó y viose claro que era antes que nada un imperativo social que definía la conducta humana, el retorno de la conciencia del hombre feliz se convirtió fundamentalmente no en obediencia a las leyes naturales, sino en lucha contra las leyes sociales pervertidoras. Se sustituyó la filosofía natural de Rousseau por el ataque contra la sociedad que no educa al hombre en el sentido de asegurarle una conducta recta y feliz. El principio de que la desigualdad entre los hombres es efecto de la sociedad, ya que, naturalmente, el hombre nace al margen de condiciones naturales, inexcusable, se impuso. De aquí nació la idea de la transmutación de los valores sociales existentes en nuevos valores, idea que tenía como elemento fundamental la necesidad de destruir el poder de dominación.
Caló en profundidad la idea que, como he dicho al principio, estaba en cierto modo en la conciencia de todos como algo positivo. Los anarquistas parten de este supuesto inicial: mientras exista poder de dominación, el ser humano será infeliz. La tenaz y permanente contraposición entre anarquismo y marxismo nace de la idea de que el marxismo, según sus fuentes clásicas, exigía un estado de control por parte del proletariado antes de llegar a una sociedad anarquista.
Ciertos teóricos anarquistas estaban y están absolutamente convencidos de que el poder de dominación encarnado en el Estado podía destruirse de modo inmediato y pasar, a través de la necesaria revolución, a aplicar a la sociedad los métodos anarquistas, que consistirían sobre todo en que el pueblo se gobernase a sí mismo a través de asambleas con un criterio fundamentalmente igualitario.
Durante finales del siglo XIX y principios del XX, los anarquistas defendieron este principio a veces con actos de violencia, pues creían que destruyendo el Estado de destruía el gran enemigo, el poder de dominación.
El anarquismo español no fue el menos convencido ni el menos leal a sus doctrinas. Lo cierto es que en tiempos de la guerra civil, cuando pudo ponerlas en práctica, lo hizo de un modo ejemplar y asombroso, como de todos es sabido.
Entre los anarquistas españoles más convencidos, activos, a la par que más inteligentes, se encontraba Durruti, al que se dedica el libro que sigue. Sobre Buenaventura Durruti han caído negras sombras de duda y confusión que en parte el libro aclara. Durruti era un idealista dado a la acción. Como el lector verá, desde muy joven no dejó de luchar contra el Estado por los medios que él creía legítimos e ideológicamente impecables. Recorrió medio mundo jugándose siempre la vida en conspiración contra el poder, pretendiendo destruir el poder político para acabar así de arriba abajo con el poder social. Un tipo antropológicamente muy español, que estaba especialmente dotado para el mando, la organización y la guerrilla.
Al estallar la guerra civil española formó unos batallones e intento organizar las huestes ácratas, cooperando activamente con el ejército del pueblo. Luchó siempre a su modo y desde su perspectiva de guerrillero y gran táctico. Poseído por un gran espíritu de justicia, ayudado por un convencimiento ideológico profundo, no faltó a ninguna de las citas a las que la guerra le llamaba. A mi juicio, había en él cualidades que no todos sus seguidores tenían. En ocasiones los batallones anarquistas luchaban con grandísimo valor, pero sin atenerse estrictamente a la estrategia definida por los mandos. Durruti había nacido guerrillero y ésta era su gran fuerza y ahí aplicaba su inteligencia.
Muchos de los que entonces estábamos con el anarquismo entendimos muy bien que él era muy superior a la mayoría de los que le seguían, que por otra parte no estaban suficientemente seleccionados, pero su personalidad estaba por encima de cualquier duda.
Bueno está que se saque a la luz cómo fue y qué hizo, que se le interprete rectamente dentro del marco de su época, porque esto ayudaría a entender lo que era entonces la cohesión profundísima entre hombre y doctrina, que pocas veces se ha producido con tanta intensidad en España. Que la presente generación joven recuerde el nombre de Durruti y sepa que se trata de una persona excepcional que cumplió rigurosamente con su deber.
El libro que sigue, leyéndolo entre líneas, es un canto al anarquismo a través del compañero por todos querido, que murió, se sospecha que alevosamente, cuando intentaba eliminar una de las muchas querellas internas que entre los combatientes anarquistas ha habido. Se están recobrando para el presente muchas personalidades menores, se habla mucho de la guerra civil, demasiado, pero muy poco de los anarquistas, y menos de Durruti.
Este libro es oportuno en dos sentidos: porque pone quizá el peldaño sobre el que la renovación práctica del anarquismo se va a producir, y porque se ensalza a un héroe al que se tiene injustamente olvidado. En resumen, un buen libro que hacía falta.
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Manuel Valero. 23 de Junio de 2012
Buscando información entre mis libros, sobre la revolución de los mineros de Asturias en octubre de 1934, encontré este artículo de periódico (dobladito) entre las páginas del libro de DURRUTI "El proletariado en armas" de (Abel Paz), artículo olvidado y que reaparece al cabo de los años, en mi caso, para recordar las vidas paralelas de dos personajes de nuestra historia.
Leído el artículo y no sólo leído sino que lo he transcrito y tengo que decir que me gusto y por eso lo debí guardar en el libro, "para que una critica constructiva y escrita por un político le hiciera compañía a la vida de un libro de Buenaventura Durruti". No solemos tener esa suerte, ni estamos acostumbrados a que alguien de fuera del anarquismo nos dispense ese inmerecido honor.
Resaltar el párrafo "Muchos de los que entonces estábamos con el anarquismo entendiendo muy bien que él era muy superior a la mayoría de los que le seguían".
Tengo que decir ante todo, que fue un buen profesor de universidad, aunque yo no aprendí nada de él, no he pisado la universidad, lo poco que sé, lo aprendí de la vida, y sus colegas los historiadores, poco caso le han hecho de la sugerencia de dar a conocer la vida de Durruti, eso si conocemos a todos los revolucionarios del mundo al "Che, Zapata, Villa, Fidel, Lenin, etc. menos a los nuestros Durruti, Ascaso, García Oliver etc. ni siquiera al Empecinado de principios del XVIII, supongo que por la censura impuesta por el Estado y que todavía perdura después de 76 años.
Cuando usted escribió este prólogo ya no era profesor, era político y tengo que señalar que nombra a Durruti como "compañero por todos querido". ¿Qué compañero puede ser, de quien combatió durante toda su vida lo que usted representó en sus últimos años?.
Dices que el principio de desigualdad entre los hombres es efecto de la sociedad!. ¡Totalmente de acuerdo, estoy viendo en la actualidad, año 2012 una crisis horrorosa, creada por sus compañeros políticos "alimañas salvajes" que sólo miran por su bienestar, a estas alimañas combatía Durruti!, y aunque sea poco conocido en un país de analfabetismo histórico, los anarquistas lo conocemos perfectamente y de la "renovación práctica", nada de nada... no conseguiréis cambiarnos la ideología por muchas, trampas, coacciones, prevendas, enchufes o dinero.
Resaltar el párrafo "Muchos de los que entonces estábamos con el anarquismo entendiendo muy bien que él era muy superior a la mayoría de los que le seguían".
Tengo que decir ante todo, que fue un buen profesor de universidad, aunque yo no aprendí nada de él, no he pisado la universidad, lo poco que sé, lo aprendí de la vida, y sus colegas los historiadores, poco caso le han hecho de la sugerencia de dar a conocer la vida de Durruti, eso si conocemos a todos los revolucionarios del mundo al "Che, Zapata, Villa, Fidel, Lenin, etc. menos a los nuestros Durruti, Ascaso, García Oliver etc. ni siquiera al Empecinado de principios del XVIII, supongo que por la censura impuesta por el Estado y que todavía perdura después de 76 años.
Cuando usted escribió este prólogo ya no era profesor, era político y tengo que señalar que nombra a Durruti como "compañero por todos querido". ¿Qué compañero puede ser, de quien combatió durante toda su vida lo que usted representó en sus últimos años?.
Dices que el principio de desigualdad entre los hombres es efecto de la sociedad!. ¡Totalmente de acuerdo, estoy viendo en la actualidad, año 2012 una crisis horrorosa, creada por sus compañeros políticos "alimañas salvajes" que sólo miran por su bienestar, a estas alimañas combatía Durruti!, y aunque sea poco conocido en un país de analfabetismo histórico, los anarquistas lo conocemos perfectamente y de la "renovación práctica", nada de nada... no conseguiréis cambiarnos la ideología por muchas, trampas, coacciones, prevendas, enchufes o dinero.
Los anarquistas ¡¡NO NOS VENDEMOS!!....
Admiro su sinceridad a la hora de escribir el artículo, como viejo Profesor siempre me cautivó..., lo admiraba..., hasta el día que entró en política y se vendió para llegar a la alcaldía de Madrid, ahí cambió mi criterio hacia usted y quiero creer que tendría sus motivos y hoy no puede debatir, lo que yo pueda decir, por no encontrarse entre nosotros. Que la tierra le sea leve Profesor.
La muerte de Durruti, el entierro en Barcelona fue de una aclamación popular desconocida hasta esos momentos, más de medio millón de personas y toda la multitud andaba sin estar dirigida, no había ni orden ni organización (como a los anarquistas nos gusta). Se había previsto que la gente se dispersara después de los discursos y sólo algunos amigos acompañarían el féretro al cementerio, pero fue imposible la gente no se dispersaba, los caminos y el cementerio eran impracticables por la gente que lo acompañaba. Así muere un hombre del pueblo y así reacciona el pueblo, un hombre que no tenía nada (sólo lo puesto) y su "personalidad, que estaba por encima de cualquier duda", (como bien, usted lo define).
En cuanto a usted, que fue Sr. Alcalde de la ciudad de Madrid, con una inteligencia superior demostrada en muchos años de profesorado, con dos o tres carreras universitarias y después como político... ¿No hizo un testamento social de cómo deseaba ser acompañado a su última morada?, de profesor y con el mínimo gasto posible... o como anarquista sin tener nada, no Señor... no... mucha gente acudió a su entierro por que también era hombre querido, pero no tantos como acudieron acompañando a Durruti, con la garganta seca y el corazón en un puño.
Pido disculpas y sin querer ofender a nadie Sr. Tieno Galván a usted le hicieron un entierro faraónico, sólo faltaba que metieran en su tumba a todos sus colaboradores o servidores como hacían los Egipcios.
Hasta en la muerte hay clases y la suya no fue la de un anarquista en su juventud ni tampoco la del viejo profesor. Si no... la del Político... y se cuidaron bien sus compañeros en el poder de que fuera a lo grande... Como se merece un político de su talla !!....
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